El Color de la Última Luz Antes de la Oscuridad

   Eran del mismo color que la última luz antes de la oscuridad. Podía tocarlas y sentirlas rugosas bajo sus dedos aún inexpertos. Mañana, por primera vez, él sería uno más; mañana se ganaría el derecho a verse reflejado al igual que aquellos que le acompañarían.

   Siguió sentado un rato más, con su antorcha en alto y los músculos relajados. Abajo se oían ruidos: estaban bebiendo. Mañana lo harían por última vez, mañana ellos también tendrían el honor de estar plasmados con el color oscuro de la última luz antes de la oscuridad.

   Se despertó temprano, antes incluso que algunos de sus compañeros. Comieron todos juntos. Meditó sobre la importancia de tener siempre algo que comer y del papel que cumplía quien recolectaba cada fruto. La carne era difícil de obtener, no siempre se conseguía y en ocasiones quienes se arriesgaban a ir a por ella volvían maltrechos, o no volvían. Pero eso no le preocupaba. Vivir es sinónimo de luchar. La partida está perdida de antemano, tan solo se podía retrasar la derrota.

   Cuando terminaron de comer formaron tres grupos; él estaba dentro de uno de ellos, por primera vez. Su papel era fácil: correr, perseguirlos, hacer que retrocedieran. A su juventud le acompañaban unas piernas esbeltas que le proporcionaban la velocidad que necesitaba en ese cometido. Estaba en el primer grupo. Sabían que el olor podía delatarles, de modo que untaron sus cuerpos con barro y hierbas.

   Los otros dos grupos ya habían partido: el que haría de barrera y el que acabaría la tarea. Los más rápidos estaban en el primer grupo, los mejores arqueros en el tercero y en el segundo aquellos capaces de combinar ambas habilidades.

   Esperaron pacientemente. El sol avanzaba despacio, pero le parecía ver el movimiento. El agua fluía y reflejaba ese movimiento que solo él parecía apreciar. Y entonces llegaron. Un silbido similar al de un ave pequeña le indicó que había llegado el momento. Avanzaban en columna, con unos metros de separación. Otro silbido provocó una descarga en su interior de algo que nunca había sentido tan intenso. Empezó a correr. Gritaba, lanzaba flechas y a cada paso sentía el bombeo de la sangre por todo su cuerpo. Iba el primero, pero sabía que no podía adelantarse demasiado, no debían provocar brechas en la columna o todo podría venirse abajo. Lo estaban consiguiendo, los estaban guiando a través del barranco. Los habían pillado tan tranquilos bebiendo agua que ni siquiera se habían planteado tomar otra dirección. Cada paso le costaba más que el anterior, pero sabía que quedaba poco. El río hacía una hoz en ese tramo, y a la vuelta les esperaban sus compañeros. Ellos tenían uno de los papeles más importantes, provocar que retrocedieran buscando la alternativa, buscando la trampa. No solo necesitarían su velocidad, sino también una puntería certeza; bien sabían que era imprescindible que al menos uno de ellos reculara hacia esa estrechez en la roca, o todo habría sido en balde. Y así fue. Uno de ellos entró, confiado y tembloroso, mientras el tercer grupo lo cubría con un manto de flechas. Fui el primero en llegar. Me tocó a mí acabar con su lucha, y lo hice en menos de lo que se lanza una flecha.

   El color de la última luz antes de la oscuridad inundaba mis manos y el cielo por igual. Con la antorcha en alto y los músculos relajados rocé la roca. Él ya no lucharía más, pero seguiría allí plasmado para siempre. Yo, me había ganado el honor de sentirme uno más. Yo también estaría en esa pared para siempre.

Cova dels Cavalls

Imagen de caza (la imagen ha sido retocada para ilustrar cómo era antes de su degradación).

HDR_barranco

Panorámica del barranco tomada desde la Cova dels Cavalls.

   Hace un tiempo realicé un brevísimo análisis sobre el Arte Rupestre Levantino después de realizar la visita a La Cueva de la Vieja (Alpera). Hoy os he traído una historia de un sitio situado más hacia el norte, en Tirig (Castellón), donde se halla La Cova dels Cavalls y donde también podemos apreciar este tipo de pinturas rupestres. Respecto al nombre me gustaría aclarar que, aunque haga referencia a la presencia de cavalls (caballos), estos animales no están presentes en las representaciones. El bautizo se lo dieron las gentes del lugar, quienes sabían que por aquellas tierras no había ciervos de modo que dedujeron -erróneamente- que debían de ser caballos. Y como en tantos otros puntos de nuestra geografía, así pasó a los libros de historia.

   El estado de conservación en el que se encuentran no es bueno, pero aún podemos apreciar, in situ, una parte de los modos de vida de quienes habitaron esas tierras hace más de 6000 años. Si algún día pasáis cerca o si sois unos apasionados del arte rupestre, no dejéis de visitarlas. Se realizan visitas guiadas gratuitas tanto a estas pinturas como a las que hay por la zona; además, podréis disfrutar del Museo de Valltora.

Para más información:

Número de teléfono Museo de Valltorta 964 33 60 10

Sitio web http://www.valltorta.com

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